sábado, 26 de mayo de 2007

SeDa & HiErrO

Ella apretó con fuerza su mano sin mirar hacia él. No encontró ninguna palabra, así que se dedicó a repasar la superficie de sus dedos con la mirada. Conocía esa mano más que la suya propia, cada arruga, cada herida, el débil dibujo azul de las venas, la forma cuadrada de unas uñas mal cuidadas. No era la mano dañada y áspera de un agricultor, ni la suave y carnosa de un estudiante. Era una mano que se había extendido hacia donde había sido necesitada, sin mirar, de cabeza y sin frenos ni tiritas ni gelocatiles que valgan. A pegarse la hostia donde fuera y por quien fuera.

Por eso no podía dejar de apretarla. Se había fundido a ella desde el primer momento que aprendió a leerla, pero a leer su pasado en lugar de su futuro, sibila de las cosas remotas. Su mitad pitonisa le dijo entonces que el dueño de esa mano era aquél al que había estado esperando tanto tiempo, mientras saltaba de sonrisa a sonrisa, de abrazo a abrazo, de una a otra unidad de felicidad envasada. Y siempre que le había tocado saltar de nuevo se había preguntado qué es lo que le pasaba a ese maldito mundo donde su mano no pertenecía a ninguna otra, donde el molde había perdido al modelo.

Entonces en medio de la desesperanza apareció la mano de él, tendida como siempre. Y después de esa mano, unos ojos, y luego unas tardes, y luego unos besos, tímidos al principio, más y más valientes con el tiempo. Todo mezclado de promesas y estrellas y tesoros escondidos en arenas remotas, bajo equis que sólo ellos sabrían entender. Y sin darse cuenta la sonrisa se tatuó en su boca, porque por fin su mano había encontrado el hueco. Y no sólo su mano; su boca, sus brazos, su ombligo encontraban cobijo bajo los de él, hechos ambos de seda y hierro, de ternura y fuerza, de vida y muerte.

Aquella mano que miraba intensamente se movió hacia su barbilla, y la obligó a mirar a los ojos de quien pertenecía. No dijeron nada que no hubieran escuchado y dicho antes. Ninguno de los dos quiso llorar enfrente del otro. Apretaron los dientes tanto como las lágrimas, y sus manos poco a poco fueron separándose. La piel de ella se fue despellejando cuando el vacío la tocó. Y el dolor que trajo traspasó su piel y se mezcló con su sangre, subiendo rápidamente por su venas, tiñendo de negro cada célula y órgano, hasta el corazón. Él despareció entre azafatas. Ella se volvió hacia la gran cristalera, y esperó a que el avión despegara. Y mientras miraba cómo la magia elevaba aquel amasijo de metal y carne despacio sobre el aire, una certeza apareció en su mente, y sonrió. Tranquila y lentamente, volvió todo su cuerpo mientras extendía la mano hacia delante. Esta vez la mano de ella era la tendida, y la sonrisa de él la que esperaba al otro lado.

1 comentario:

Faeriel dijo...

Hola isaaa!
Descubrí tu blog, que podías haber avisado, maja XDD.
Mola mucho como escribes, en serio, este último relato me ha encantado ^^. Casi lloro y todo :P. Sigue así, jeje, que te has merecido que ponga un link en el mío XDD.
Pue eso, disfruta de lo que te queda por allí, ya nos veremos en julio, que cuando vuelvas yo no estaré :(.
Ciao loca!