Lo que llamas amor yo lo llamo complaciencia. Es el perro de la parte del coche asintiendo a todo lo que digas. En mi amor mis nuevos límites me llevan más cerca del otro. Amor catalejo descubriendo Nuevas Tierras. Amor con olor a nuevo, con olor a feo, con distinto olor.
Lo que llamas romance yo lo llamo compañía. Mi romance es libre y opcional. Es el paracaidista antes de saltar, escogiendo arriesgar su vida por el momento, confiando en que merecerá la pena, sin certeza pero con todas las ganas que entran en un pecho.
Lo que llamas relación yo lo llamo condescencia. Yo no me acomodo ni me dejo llevar. Yo no espero a que mis formas se amolden, a que los bordes se suavicen. Yo aferro la mano del otro lado y tiro de ella contra corriente, subiendo el río cual salmón, saltando entre las rocas que se atrevan a ser obstáculo.
Lo que llamas amor yo no lo quiero. No es mágico. No es extraordinario. No es lucha. No es incontrolable. No es amor.
¿Y por qué entonces estoy tan enfadada conmigo misma?
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