miércoles, 4 de julio de 2007

La LeYeNdA dEl ReFlEjO

Hace mucho tiempo ya, en otro mundo o en éste, un joven perdió su reflejo.

Preocupado, revisó su cuello buscando la mordedura de un vampiro; palmeó su trasero y su cráneo buscando apéndices que le hicieran reencarnación de demonio; nada. Seguía siendo él mismo, la gente le trataba igual, su rutina no le abandonó, pero su reflejo seguía sin aparecer al otro lado del espejo.

Al cabo del tiempo, tanto él como los de su alrededor se acostumbraron a la nueva situación. Entre amigos y vecinos le ayudaban a afeitarse o escoger prendas. El muchacho echaba a veces de menos conocer cómo se veía su cara o su cuerpo de frente, pero la mayoría del tiempo estaba lo suficientemente ocupado como para no pensar mucho en ello.

Cuenta la leyenda que entonces llegó una nueva vecina al poblado. Una vez instalada, decidió invertir su tiempo en pasear y hablar con sus nuevos compañeros. Así aprendió muchas cosas, como que al cura le pirraban las rosquillas, que niños gamberros habían cogido costumbre de pintar gatos o que una viuda y un viudo llevaban siendo amantes casi veinte años, pero que a ninguno de los dos les apetecía volver a la vida de casado a pesar de la insistencia de los familiares.

Y también oyó hablar sobre el chico-sin-reflejo.

Con curiosidad se dirigió a su cabaña. Y descubrió que el chico-sin-reflejo era tan sólo eso, un chico sin reflejo. No sólo eso, además era un chico bastante serio y normal, más o menos de su edad. Por ello, coincidían a menudo en sus haceres, y conversaban con frecuencia sobre banalidades y asuntos de vida o muerte.

Con la velocidad que a los jóvenes caracteriza, el muchacho se enamoró perdidamente de la chica.

Una noche a la luz de la luna, el muchacho tomó las manos de ella y comenzó a clamar cuánto la amaba. La chica apretó sus manos para que parase y escuchase.

- ¿Me quieres?
- Más que a la Vida que se me regaló para conocerte y a la Muerte que me salvará del dolor de quererte.
- ¿Y qué es lo que te gusta de mí?
- Tu sonrisa.
- Es la que encuentras cuando tú me sonríes.
- Tus caricias.
- Son las que sientes cuando tú me tocas.
- Tus besos.
- Son los que te devuelvo.
- Y la forma en la que me siento cuando estás cerca.
- Y que yo no siento si no estás conmigo. -Volvió la cabeza y señalando hacia el río, dijo- Mira.

Y el chico encontró allí de nuevo su reflejo.

3 comentarios:

isabeluka dijo...

Por cierto, ya veis que me porto bien y procuro meter rollos más cortos que últimamente me estaba sobrando. Éste me salió más largo y lo he tenido que acortar :S.

Pau dijo...

Una pena que lo hayas acortado, quiero leer el completo, maileamelo o clávalo aquí en comentarios. Con un final más largo debe ser jodidamente bueno, la narración me ha encantado.

isabeluka dijo...

El final es lo único que no ha cambiado una coma, creo que no podría hacerlo. Me perdía más en descripciones y escenarios, que no tienen tanta importancia al contar una historia. vaya, que no lo voy a postear, no :P.
xDDDDDDDDDDDDDDDDDD